domingo, 2 de enero de 2011

Matisse, La Alhambra y Sevilla


Emoción. Esa es la palabra que describe el sentimiento al visitar la exposición de Matisse y la Alhambra que se celebra actualmente en el Palacio de Carlos V de Granada. Un proyecto largamente pensado por María del Mar Villafranca y en el gérmen su tesis doctoral sobre los museos de Granada. Con comisariado compartido con el prestigioso catedrático de estética y filosofía Francisco Jarauta. La exposición del libro de visitas de la Alhambra en el que aparece la rúbrica inconfundible de Matisse en 1910 deja testimonio de esta importante visita, y al mismo tiempo de la fuerza y la capacidad evocadora del edificio nazarí, que con sus colores, formas y olores dejaron en la mente de Matisse todo lo necesario para, a los pocos meses en Sevilla, entre 1910 y 1911, pintar sus dos coloristas y explosivos: Sevilla I y Sevilla II, dos naturalezas muertas prestadas por el Museo del Ermitage que dejan prueba y evidencia de lo que le marcaron las telas, los colores, los objetos y la estética nazarí. Y lo mucho que tuvo que ver Sevilla en esa fusión rabiosa y "fauve". Más interesante aún es comparar las dos composiciones idénticas pintadas en competencia por Iturrino en la misma pensión sevillana donde se alojó con Matisse y prestadas por el Museo de Bellas Artes de Bilbao. ¡Que diferencia! Solo la exposición de estas cuatro obras es una oportunidad única y explica lo importante del proyecto y la trascendencia que tuvo Andalucía en la conformación estética del más importante de los pintores "fauve". Una exposición que es mucho más por las obras restantes y que tiene una gran carga emotiva, sentimiental y perfectamente trabada en su discurso. Un cita difícil de olvidar por explicar de forma magistral todo lo que mueve a un artista, todo lo que marca a una persona sensible y todo lo que se llevó en su retina antes de iniciar al año siguiente su viaje definitivo a Marruecos donde las odaliscas terminaron de completar su repertorio estético. Granada y Sevilla como antesala del orientalismo que tanto marcó la pintura de Matisse. Enhorabuena a los comisarios por esta muestra inolvidable que combina una proyecto maduro, científico y sensible, nacido de un sueño: el materializar el impacto de la visita de Matisse a la Alhambra en 1910.